Xbox está en el punto de mira. La aventura de los de Redmond en el mundo de las consolas de videojuegos le ha costado millones de dólares a la compañía y no se ha convertido aún en una máquina de imprimir dinero como son Office o los servicios a empresas de Microsoft. Más de uno parece dispuesto a cortar por lo sano olvidando que la apuesta es en el largo plazo.
Lo cierto es que es difícil valorar los resultados de Xbox desde el exterior. Microsoft no detalla por separado los resultados de su consola, que durante gran parte de su existencia ha compartido división con otros productos y servicios. Ya fuera MSN en sus inicios, Zune posteriormente, Windows Phone y Skype desde hace poco, y ahora también Surface; Xbox nunca ha estado sola. Con todas esos compañeros es complicado repartir responsabilidades en lo referente a los resultados financieros.
Desde 2001, momento de salida de Xbox, el balance de las distintas divisiones que se han encargado de la misma sigue siendo negativo, acumulando pérdidas de más de 500 millones de dólares. Aunque en los últimos años los números están siendo positivos hay quien considera que no tienen nada que ver con los éxitos de Xbox y servicios asociados, sino todo lo contrario.
Algún analista opina que el crecimiento se está logrando gracias a otros ingresos, como las licencias por patentes de Android, que estarían ocultando los miles de millones de dólares que la consola le cuesta cada año a las arcas de los de Redmond. Algún candidato a CEO incluso parece dispuesto a librarse de ella, en un movimiento que más de un inversor ve con buenos ojos. El problema es que la consola de Microsoft ha recorrido un largo camino y ceder ahora podría ser un error.
Nadie dijo que sería fácil
El mercado de las consolas de videojuegos es un terreno complicado. Las compañías compiten con hardware que ha de durar entre 5 o 7 años, un ciclo vital que constituye una eternidad para cualquier otro producto tecnológico. Para superar mejor el paso del tiempo, las consolas son brutalidades técnicas en el momento de salida, incorporando la mejor tecnología existente con la mente puesta en que el hardware sea competitivo durante muchos años. Para evitar que semejante derroche técnico lleve a precios desorbitados los fabricantes subvencionan fuertemente sus consolas.
El problema es que la competencia en el precio nunca termina y con el paso de los años las consolas han de recibir sucesivos descuentos que se llevan consigo la reducción progresiva en los costes de fabricación. Así ha sido el mundo de las consolas durante años, y a ese juego siguen jugando Sony y Microsoft, por mucho que Nintendo parezca optar por un plan "b" obteniendo beneficios con su hardware desde el primer día.
A la estrategia de hardware subvencionado se le unen los correspondientes gastos en investigación y desarrollo que acarrea diseñar cada nueva generación. Convertir a tu consola en una buena representación del estado del arte tecnológico del momento no es tarea sencilla y supone invertir grandes sumas de dinero que han de recuperarse durante su ciclo de vida.
Los gastos no terminan ahí. Durante todo ese ciclo de vida las compañías también han de llevar a cabo intensas campañas de publicidad y marketing. Microsoft compite en un mercado con nombres muy asentados, auténticos mitos del sector a los que no es difícil batir en el imaginario colectivo. Colocar tu nombre entre ellos necesariamente ha de costar miles de millones en publicidad.
Microsoft sabía donde se metía
Microsoft sabía todo lo anterior cuando entró en el mundo de las consolas. Y cumplió con todo ello para colocar a Xbox como una más de las consolas que cualquier jugón espera encontrar en las tiendas con la llegada de cada nueva generación. No salió barato. En los 12 años de vida de la marca es indudable que los de Redmond se han dejado mucho dinero en el empeño.
Con la primera Xbox la compañía ni siquiera parecía preocupada por llegar a ganar dinero en algún momento gracias al hardware. Había que entrar en un mercado totalmente ajeno a ellos y ganar posición como fuese, empezando por asumir el sacar la consola muy por debajo del coste de fabricación. Aunque las cifras nunca fueron oficialmente confirmadas, parece aceptado que, en el momento de salida, Microsoft perdía alrededor de 125 dólares con cada Xbox vendida.
Es un margen horrible que pocas empresas serían capaces de sustentar. Más aún cuando las pérdidas se alargarían seguro durante años, ya que el plan de los de Redmond conllevaba aceptar que la consola no sería rentable como mínimo en los 3 primeros años. Lo peor es que las continuas bajadas de precio para mantenerse en la lucha no hicieron más que alargar ese tiempo.
Xbox llegó un poco tarde con respecto a su generación. Playstation 2 y GameCube llevaban ya meses en el mercado. En Redmond lo sabían y por eso es probable que aceptasen de buena gana que su primera consola nunca llegase a resultar rentable. Así se explica como es posible que hasta 2005 la división de entretenimiento de Microsoft acumulase pérdidas por valor de 4 mil millones de dólares sin que rodasen cabezas por todas partes.
El objetivo era asentarse a toda costa
La apuesta era en el largo plazo y ahí entraba una segunda generación de Xbox. Con la nueva Xbox 360 Microsoft llegaba preparada a una nueva guerra y lo hacía antes que nadie. Contaba con experiencia y la marca ya era mundialmente reconocida. Aún así, el mercado de consolas seguía siendo igualmente exigente y tocaba repetir estrategia: gran inversión en el desarrollo de la consola, hardware fuertemente subsidiado y enormes gastos en publicidad.
Irónicamente, durante mucho tiempo, más consolas vendidas significaban más pérdidas para la compañía
Las cifras vuelven a ser difusas, pero, según más de un analista, en el momento de salida Microsoft podría haber perdido más de 70 dólares por cada Xbox 360 vendida y más de 125 si teníamos en cuenta el pack completo con mando y demás accesorios. En Redmond volvían a estar en la misma situación. Más consolas vendidas llevaban a más ingresos pero también a más costes de fabricación y distribución.
Lo anterior significaba que, irónicamente, más ventas se traducían en más pérdidas. Los sucesivos informes financieros de la compañía reflejaban está tensión, con Xbox obteniendo mayores ingresos pero a mayor coste, lo que dificultaba salir de números rojos. Al menos así sería mientras la consola no alcanzaba la rentabilidad, la cual se resistía a llegar debido a las continuas bajadas de precio que exigía la competencia. Sony no iba a ceder y mantenía el pulso con PlayStation 3, mientras Nintendo abandonaba la carrera de la potencia bruta y optaba por una segunda vía con Wii.
Aciertos que salvan la papeleta y errores que se pagan caros
A la consola le salió un aliado en forma de servicio online. Xbox Live logró calar desde el principio entre los usuarios y mantenía el tipo convertido en el servicio online de más éxito entre las consolas domésticas. A éste había que sumar otros hitos en el apartado de software, como la saga Halo.
Pero a pesar de dichos logros, la división de entretenimiento de la compañía siguió durante años en números rojos. Tenía algo de inevitable con la llegada de una nueva generación y la inversión requerida inicialmente, pero hubo otro elemento inesperado que no ayudó en nada y terminó por convertirse en una piedra en el camino de Xbox hacia la rentabilidad: las tres luces rojas.
Xbox 360 llegó al mercado con un defecto de diseño que impedía que la consola disipase de forma adecuada el calor. Con el tiempo muchas consolas fallaban al tratar de encenderse y mostraban tres luces rojas entre los leds de la parte frontal que rodeaban al botón de encendido. El porcentaje de usuarios afectados era muy alto y Microsoft se vio obligada a extender hasta 3 años la garantía de las primeras Xbox 360. Sólo por el ajuste del programa de garantía, con las consiguientes modificaciones de inventario y la gestión de devoluciones, la broma le costo más de mil millones a las cuentas de la compañía.
El ejercicio de 2007 reflejaría esos números. Durante ese año fiscal la división de Entretenimiento y Dispositivos en la que estaba integrada Xbox perdió casi 2 mil millones de dólares. Cifras que se sumaban a las pérdidas de todos los años anteriores, las cuales también continuaron en el siguiente año fiscal hasta que el rumbo empezó a cambiar, o al menos eso es lo que parece.
A partir de 2009 la división comenzó a pintar de verde alguna de sus gráficas. Ventas en aumento, reducción en los costes y suscripciones a Xbox Live lograron mantener los números del grupo hasta que llegó Kinect y con el ciertas esperanzas de mayores beneficios. Siguiendo el halo de éxito de Nintendo con Wii y su controlador, Microsoft trajo al mundo un dispositivo que se convertiría en un éxito inmediato de ventas para la compañía. La división reducía costes y aumentaba ingresos, saliendo de la senda negativa por primera vez en mucho tiempo.
Pero no todo ha sido de color de rosa desde entonces. Ahora es Xbox Live el que ha dejado de servir de ayuda. Las consolas son cada vez más centros de entretenimiento y no solo dispositivos de juegos. Xbox no iba a ser menos y Microsoft convirtió a Xbox Live en todo un servicio de vídeo y música bajo demanda. Eso no sale gratis y lleva aparejados costes elevados en pagos de derechos y licencias a los proveedores de contenidos. El servicio que en determinados momentos mantuvo a la plataforma a flote se convertía ahora en una nueve fuente de gastos a tener en cuenta.
A cambio el hardware parece estar devolviendo lo gastado en años anteriores. Durante el año fiscal de 2011 Xbox 360 toco techo en cuanto a ventas, y con ella los beneficios de la división de entretenimiento de Microsoft. El grupo todavía no ha recuperado lo perdido en años pasados, pero el hardware parece que, ahora sí, es muy rentable para la compañía. El problema es que son ya 8 años, llega la hora de una nueva generación y toca afrontar de nuevo los gastos asociados a ella.
Xbox One y la necesidad de no ceder en el empeño
Nueva generación, nuevos gastos. La historia parece repetirse justo cuando Xbox 360 encuentra el camino a la rentabilidad. Pero esta vez puede que algo cambie. En Redmond parecen estar dispuestos a optar por otra estrategia con Xbox One y hacer al hardware rentable desde el principio. Según Yusuf Mehdi, jefe de marketing y estrategia de Xbox, la compañía pretende ganar dinero desde el principio con las ventas de la consola, aunque sea a un margen muy reducido, mientras siguen sumando dinero con los juegos, Xbox Live y otros servicios asociados.
Seguramente no sea tan sencillo y una nueva consola vuelva a costarle una millonada a los de Redmond. Aún así, y por difícil de entender que parezca, es probable que ese sea el camino. No hay duda de que Microsoft ha perdido dinero con Xbox durante estos años, pero no es la única. Sony ha perdido tanto o más durante el mismo periodo y a Nintendo parece que ya no le funciona la estrategia de hardware barato que tan buen rendimiento le estaba dando. Los tres fabricantes luchan por algo más que ser un complemento de nuestros televisores.
Con otras compañías planteándose el asalto al salón, Microsoft es una de las mejor posicionadas en un nuevo campo de batalla. Ha costado mucho conseguir esa posición y cederla ahora podría ser la decisión equivocada. Los de Redmond estarían al lado de nuestros televisores mucho antes que sus principales rivales, ¿qué sentido tiene abandonar ahora?
La compañía no deja de ser rentable a pesar de las supuestas pérdidas de Xbox, y con la división saliendo del abismo, sea gracias a una u otra cosa, parece absurdo abandonar la carrera. Puede que a la consola le queden aún años de pérdidas hasta rentabilizar su posición, puede que eso sea demasiado para algunos inversores impacientes incapaces de esperar futuras oportunidades, pero puede que el mayor error sea dejar de intentarlo. El nuevo CEO debería saberlo.
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